Fibromialgia
Esta dolencia corporal está cuestionando a la medicina con unos síntomas ante los cuales no sabe qué hacer ya que además de desconocer sus causas no dispone de un tratamiento efectivo. Es rebelde al tratamiento médico y conduce al sujeto que lo sufre a limitaciones funcionales significativas, a veces muy graves, incluyendo el desequilibrio familiar que suele ocasionar. Pero, ¿qué es la fibromialgia?
ALGUNOS DATOS ESTADÍSTICOS
Se estima que afecta a más de un millón de españoles. La gran mayoría de las personas diagnosticadas de fibromialgia (en adelante FM) son mujeres. Según el Ministerio de Sanidad y Consumo afecta al 4,2 % de las mujeres, principalmente entre 30 y 60 años frente al 0,2% de hombres.
DESCRIPCIÓN SINTOMÁTICA
Es una afección crónica de etiología desconocida, caracterizada por la presencia de dolor músculo-esquelético generalizado, bajo umbral del dolor, hiperalgesia y alodinia (dolor producido por estímulos habitualmente no dolorosos). El síntoma clave es el dolor generalizado que se agrava con el estrés, la activación emocional, el frío, la dificultad para dormir o la actividad física. El dolor se acompaña frecuentemente de rigidez articular matutina, parestesias (hormigueo) en manos y pies, fatiga, astenia y alteraciones del sueño.
Otros síntomas pueden ser: cefaleas, mareos, vértigos, alteraciones de la concentración, de la memoria, del habla; disfunciones sensoriales como problemas de visión, afonías, acúfenos (percepción de sonidos que no proceden de fuentes externas), hipersensibilidad química, eléctrica; problemas de micción, dismenorrea (desaparición de la menstruación) u otros desarreglos menstruales o ginecológicos, así como disfunciones sexuales de cualquier tipo; síntomas parecidos al resfriado; aumento de peso, falta de apetito o compulsión a comer; rigidez en la mandíbula; sensación de hinchazón o tumefacción en las manos; cansancio excesivo y continuo, sueño no reparador, pesadillas, insomnio, síndrome de piernas inquietas; síntomas gástricos como diarrea, estreñimiento o dificultades digestivas.
La vida laboral y familiar se ven afectadas y a menudo las personas se acaban aislando socialmente.
Cursa generalmente con depresión y ansiedad. A veces crisis de angustia. A veces hipocondría o preocupación excesiva por el cuerpo y las enfermedades y miedo a contraerlas.
Se suele tratar de mujeres perfeccionistas, muy exigentes consigo mismas y con los demás, que intentan ser muy eficaces con sus quehaceres diarios con una necesidad de reconocimiento, a menudo frustrado.
Es muy llamativo que los diferentes analgésicos, incluidos los más fuertes como la morfina, no consigan aportar ningún alivio en muchos casos.
DIAGNÓSTICO
La FB está reconocida como enfermedad por la Organización Mundial de la Salud desde 1992.
El diagnóstico es clínico, es decir, que está basado en el decir del paciente ya que no hay ninguna prueba objetiva, ninguna prueba analítica, de imagen o anatomopatológica específica que lo confirme. A menudo tardan mucho en ofrecer este diagnóstico ya que se realizan múltiples pruebas para descartar otras enfermedades orgánicas.
Las pacientes suelen expresarse como: “me duele todo el cuerpo, todo, por todas partes”, “me duele de los pies a la cabeza”, “me duele desde siempre”, “me duelen hasta las uñas”. Son quejas de dolores musculares completamente inverosímiles para la anatomía o la fisiología, dolores que tienen una distribución que no se corresponde con los mapas neurológicos, esqueléticos o musculares y que a su vez son inmunes a los tratamientos.
Sin embargo se han localizado unos puntos gatillo que se repiten en una proporción considerable de pacientes. En los años 90 la ACR (American College of Rheumatology) estableció unos criterios diagnósticos basados en la existencia de dolor crónico generalizado y determinados “puntos dolorosos” pero algunos estudios posteriores han cuestionado la especificidad diagnóstica de los puntos dolorosos en la FM y varios estudios han señalado que estos puntos pueden variar con el grado de estrés psicológico y no todos los pacientes describen y localizan así sus dolores. Esto hace que los criterios diagnósticos estén siendo revisados por la comunidad científica en constante discusión no llegando a un consenso definitivo.
Parece ser que se tiende a abandonar los criterios de recuento de puntos dolorosos y que se contempla la valoración cuantitativa del dolor generalizado y de otras manifestaciones como cansancio, sueño no reparador, síntomas cognitivos y síntomas orgánicos.
La FM puede coexistir con cualquier otra enfermedad osteoarticular, neurológica, muscular, reumática, etc. y de hecho a menudo lo hace.
TRATAMIENTO
No existe ningún fármaco aprobado por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios ni por la Agencia Europea de Medicamentos con indicación específica para la FM.
Al desconocer la causa, el tratamiento solo puede ser sintomático encaminado básicamente a disminuir el dolor y la fatiga, a mejorar el sueño y los niveles de actividad, la adaptación y calidad de vida del paciente, así como a promover la funcionalidad y mejorar el bienestar psicológico.
Por lo tanto, suele ser tratada con analgésicos, inductores del sueño y sedantes, antidepresivos, relajantes musculares y antiinflamatorios así como programas de ejercicios físicos que aunque pueden mejorar la calidad de vida en muchos casos no curan la dolencia ya que al desconocer su causa no hay un remedio específico.
Otros recursos como el láser, la termoterapia, la estimulación nerviosa transcutánea, técnicas de ultrasonido, magnetoterapia, tratamiento quiropráctico, acupuntura, homeopatía también se han investigado sin que se demuestre un éxito terapéutico significativo.
APORTES QUE OFRECE EL PSICOANÁLISIS
Un aspecto positivo de la aparición de este diagnóstico en 1992 es que por fin se le pone nombre a una dolencia que existe desde hace mucho tiempo, lo que permite que las personas que lo sufren comiencen a ser tomadas en serio por la medicina.
El aspecto negativo es el error por parte de la investigación médica de aislar el cuerpo de la palabra, es decir, tomar el cuerpo como un objeto físico, procurando un abordaje objetivo, desechando la subjetividad del paciente y por lo tanto ignorando al sujeto que habita ese cuerpo, su padecer vivencial, su historia, sus goces y su angustia. Esta exclusión de la subjetividad no es sin consecuencias. Las pacientes suelen vagar por el sistema sanitario sin encontrar una vía apropiada que las ayude a resolver su enfermedad.
Entonces cuando para atender a estas personas los médicos solo tienen la escucha de la palabra del paciente no saben qué hacer con ella. Los protocolos ya no sirven. Sin pruebas biomédicas los médicos están desorientados. Sólo pueden tratar de apaciguar los síntomas y a veces ni siquiera esto funciona.
Pero el psicoanálisis sí sabe qué hacer con esa palabra. Y desde hace mucho tiempo.
UN POCO DE HISTORIA
Sigmund Freud al principio era neurólogo. Como médico, aterrizaban en su consulta casos de mujeres que padecían síntomas variados entre los cuales dolores musculares, parálisis motrices, articulares que no coincidían con los mapas anatómicos, astenia, cansancio generalizado cegueras, sorderas, acúfenos, embarazos psicológicos, dislalias, vértigos, mareos, ataques, convulsiones, disfunciones cognitivas de todo tipo, del habla, de la memoria, disfunciones sexuales, etc.
Los dolores y las parálisis eran descritos en zonas del cuerpo que no se correspondían con ninguna lógica de la geografía anatómica, por lo que los médicos solían desdeñar estos casos, primero porque no sabían qué hacer con ellos, segundo porque les hacían sentir engañados, como si les tomaran el pelo. A menudo las tomaban por farsantes.
Pero estas enfermas no mentían. Su dolor era real. Aunque no hubiera ninguna enfermedad orgánica, que justificara su dolor eso no impedía que les doliera y mucho, que se sintieran agotadas, tristes y además incomprendidas.
Sin embargo Sigmund Freud tuvo la originalidad de escuchar a estas mujeres, lo que le costó en su momento el descrédito por parte de los colegas de profesión, pero a la larga le supuso el paso a la historia como un genio, descubridor del inconsciente y desarrollador del psicoanálisis, una de las figuras más importantes de la historia.
Freud se puso a escucharlas y ellas entonces se pusieron a hablar. Hablaban de su historia, de sus vidas, que en todos los casos eran difíciles, o bien habían estado sometidas a situaciones de fuerte estrés, a circunstancias conflictivas. A menudo experimentaban una enérgica insatisfacción en su vida, en su matrimonio, en la vida familiar o social. Las mujeres no solían tener vida laboral en aquella época y a menudo recibían una educación severa caracterizada por la represión de la conducta, de palabra, de la sexualidad. No tenían derecho a expresarse. Pertenecían a la era victoriana.
Para su sorpresa, Freud fue descubriendo que por el mero hecho de hablar de su vida, de lo que quisieran, ya experimentaban una mejoría de los síntomas. Así que comenzó a investigar y a establecer una relación entre el malestar físico y el uso de la palabra.
Acabó constituyendo un método curativo nuevo basado en la palabra. ¡Y funcionaba! Esas mujeres le exigían ser escuchadas y él, manso a sus peticiones, se dejaba llevar, al mismo tiempo que investigaba con el rigor científico que le caracterizaba. Aquellas mujeres fundaron junto con Freud lo que hoy conocemos como Psicoanálisis.
Se fue organizando así un campo diferenciado de la medicina que además de ser un método terapéutico, es un instrumento de investigación del psiquismo (como un microscopio del alma) y una enorme aportación teórica al conocimiento del ser humano: el psicoanálisis.
LA CONVERSIÓN
Cabe destacar el “mecanismo de conversión” que Freud describió. La conversión es una capacidad humana, por la cual la mente, el psiquismo (tejido de palabra), es capaz de excitar los nervios del sistema nervioso, los órganos del cuerpo y de los sentidos, los músculos, etc., es decir, el soma, el cuerpo, lo que de materia tenemos.
No deja de ser curioso que, paralelamente, la física cuántica comenzara a demostrar en su época el poder de la conciencia para modificar la materia, la realidad observable.
La conversión es definida por Freud como la transformación de un conflicto psíquico en síntomas físicos.
Es un mecanismo de defensa, para defenderse de la angustia que cierto material psíquico reprimido provocaría si llegara a ser consciente para el sujeto. Existen muchos mecanismos de defensa distintos.
EL SUJETO HABLA POR EL CUERPO
El sujeto habla a su manera y puede usar el cuerpo para ello. A veces de forma desgarradora.
Un síntoma es un dicho (tiene un sentido), siempre conlleva una satisfacción inconsciente (un goce, que no es lo mismo que un placer) y cumple una función en la coyuntura del aparato psíquico del sujeto.
Una idea es reprimida. Esa idea queda por tanto aislada en la mente de las demás ideas, algo así como desconectada. Pero los sentimientos, los afectos asociados a esa idea no son reprimidos (solo las ideas, las palabras, son objeto de la represión). Esos afectos buscan un nuevo lugar, una salida. Esa energía descarga por la vía somática, en el cuerpo, generando el síntoma. El sujeto no tiene conciencia de nada de todo esto, sólo siente el dolor en el cuerpo que se queja.
Y aunque con Freud apareciera la novedad de un método terapéutico y haya descrito el inconsciente como nunca nadie lo había hecho antes que él, estos fenómenos son conocidos desde antaño, desde siempre. Esa manera de expresar el sufrimiento psíquico a través del cuerpo no es nueva. Ya fue descrita en la antigua Grecia por Platón, más tarde por Hipócrates y por otros muchos autores. Incluso existen escritos egipcios que la refieren. En realidad, la fibromialgia es tan vieja como la humanidad.
Eva Susperregui
Gracias a ti.
Emmanuel Cortés Paz
Un artículo muy interesante. Muchas gracias