PREGUNTAS FRECUENTES
En este espacio trato de contestar a aquellas preguntas que con mayor frecuencia son planteadas a la hora de tomar la decisión de demandar ayuda psicológica. Si tienes alguna cuestión que no aparezca aquí, puedes enviármela a través la sección de contacto de esta página web y trataré de darle respuesta a la mayor brevedad posible.
¿Cuándo ir al psicólogo?
El hecho de estar consultando esta página es ya, quizás, un signo de que necesitas ayuda.
A menudo se trata de una consulta, de una duda, de ganas de hablar de algo, de necesitar ser escuchado. La terapia puede aliviarte y en algunos casos evitar que un malestar evolucione hacia un sufrimiento mayor. No es necesario estar “muy mal” para ir a un psicólogo. Por ejemplo, se puede hablar con un psicólogo de la muerte de un ser querido, esto puede ayudar a elaborar el duelo y evitar en algunos casos que se alargue o se complique. Hablar de problemas con los hijos, de la soledad, del miedo.
O puede que tengas claro que tienes un verdadero problema y no sabes por dónde empezar, ni a quién dirigirte para ser ayudado. Puede darse en alguna faceta de la vida como la relación de pareja, el trabajo, la vida social o la relación con los hijos, algo que no puedes remediar por tu cuenta y que se repite en el tiempo, a tu pesar y sin poder evitarlo. En ocasiones lo juzgas como irracional y tratas de quitarle importancia sin que por ello se aligere su peso. Es muy posible que se necesite ayuda profesional para tratarlo.
O puede ser que experimentes un fuerte sufrimiento que perturba el transcurso de la vida en todas sus facetas, de una manera global y que tengas la sensación de que nada funciona, de no poder con la vida o de no saber qué hacer con ella. Vives con tu deseo amordazado, con la impresión de que siempre haces lo que quieren los demás, o experimentas una sensación de tristeza, de falta de ganas, de angustia y no sabes por qué. Quizás se trata de algo vago y difícil de explicar. Puede ser así en los estados depresivos, o en cuadros ansiosos o angustiosos.
Cuando el sufrimiento es corporal, como en el caso de las enfermedades psicosomáticas, la fibromialgia, etc., la psicoterapia puede ayudarte enormemente, bien a paliar los síntomas, como el dolor o el cansancio, bien a favorecer el efecto del tratamiento médico o bien modificando la relación que mantienes con tu enfermedad.
Uno se defiende como puede, lucha, intenta adaptarse a las dificultades que ofrece la vida, pero si las estrategias psíquicas que pones en marcha no acaban de funcionar y se ve resentida tu capacidad de vivir satisfactoriamente entonces quizás necesites la ayuda de un profesional.
Escoger un psicólogo en Valladolid
Psicoterapia, etimológicamente, significa prestarle atención al alma, darle cuidados y tratamiento.
Una persona que busca ayuda psicológica busca a alguien que le preste atención a su alma, pero una atención diferente a la habitual, una atención nueva.
A veces se pide recomendación a los conocidos. Y si no se dispone de referencias personales de confianza hoy en día se suele buscar en Internet. Y ahí uno se pierde porque hay un exceso de información y además está desordenada.
Nunca está de más el informarse previamente sobre los diferentes tipos de psicoterapias que existen para ver con cuál de ellas se identifica uno. Ayuda a madurar la idea y a tomar una decisión. Pero sí, es muy fácil perderse y no saber qué escoger porque varían mucho unas terapias de otras y no se sabe cuál le va a venir mejor a uno.
A veces se escoge porque el consultorio está cerca o lejos, del domicilio o del lugar de trabajo, o porque el nombre del profesional le resuena en la cabeza, por la publicidad, porque ha visto una foto y le atrae sin saber muy bien por qué, o bien le ha gustado su voz al teléfono, o porque a una amiga le fue bien o cualquier detalle que le toque, como que le recuerde a su madre, le llame la atención su nariz o porque se llame igual que su perro, en fin, que hay infinitas posibilidades.
Lo importante es asistir a un primer encuentro. Encontrarse con ese profesional en persona, hablarle, percibir su escucha, su ser, y desde ahí decidir si es con esa persona con quien quiere uno hacer su trabajo terapéutico, o no. A veces hay que pasar con ese profesional unas cuantas sesiones para tomar esta decisión. A veces hay que probar con varios.
No siempre sucede que el psicólogo que le pudo funcionar a un amigo le vaya a funcionar a uno también. Puede que te recomienden mucho a un profesional y que te hablen muy bien de él y luego vas y a ti no te gusta nada y al contrario, que te encante un psicólogo que a tu vecina no le gustó.
Puede que te sientas muy a gusto con un profesional porque te parece buena persona, por cómo escucha y acoge lo que tienes que decir, porque te parece que tiene una sensibilidad especial y una humanidad ante la cual eres capaz de sincerarte. Esto puede ser un buen signo.
A veces no cae bien el psicólogo porque se esperaba otra cosa. O hay quien sale huyendo porque no tolera su mirada o su voz o porque aborrece la decoración del despacho. Aunque también puede ocurrir que aun no soportándole experimentes una necesidad fuerte de acudir a verle para hablarle e incluso para decirle que te cae mal. Sentir la necesidad de ir a hablarle, de lo que sea, también es un buen signo.
Hay quien opina que aunque no te guste mucho el psicólogo, si es un buen profesional hay que insistir con él y dejar que la terapia funcione por sí misma ya que los sentimientos de aceptación o de rechazo hacia el psicólogo forman parte del juego. Y hay quien opina que si por cualquier cosa ese psicólogo, por muy recomendado que esté, no te gusta, pues busques a otro.
A menudo pasa así, no se sabe muy bien por qué, pero se siente que con este psicólogo sí, con este no. Y ambos pueden ser buenos profesionales.
Es decir, que todas las posibilidades caben porque los sujetos son libres de escoger y las razones que les conducen a ello dependen de sus necesidades, sus fantasías, su manera de relacionarse con el otro, sus fantasmas y sus síntomas, sus gustos, preferencias, miedos o manías. Se llame como se quiera llamar, lo que une a un sujeto con un psicólogo es algo íntimo, único y no siempre es fácil de explicar.
El camino es la libertad de elección. Esa intuición, esa sensación difícil de explicar es la que funciona. En fin, o la que podría funcionar.
Psicólogo, psiquiatra y psicoanalista
Es importante hacer la diferencia entre estos tres tipos de “psis”, ya que no siempre se tiene claro en qué consiste. Las tres profesiones trabajan en el ámbito de la salud mental y se dedican a atender los problemas psicológicos. Las diferencias residen en la formación, en el modo de diagnosticar, en el enfoque del tratamiento y en los objetivos terapéuticos. Es posible que un mismo paciente sea tratado por dos de ellos a la vez, por ejemplo un psiquiatra que se ocupe fundamentalmente de la medicación y un psicoterapeuta que puede ser psicólogo y/o psicoanalista que se ocupe del tratamiento psíquico.
Psicólogo
Ha cursado la carrera de Psicología, no es médico, por lo que no puede recetar fármacos. Utiliza técnicas psicoterapéuticas basadas en el uso de la palabra, como pueden ser la sugestión, la psico-educación, la relajación, la hipnosis, la interpretación, etc.
Dentro del campo de la psicología hay muchas corrientes teóricas diferentes. Te sonarán, quizás, palabras como terapia cognitivo conductual, psicoanálisis, terapia humanista, Gestalt, el psicodrama, el coaching, técnicas de mindfulness, la psicología positiva, la hipnosis, la risoterapia, las técnicas de modificación de conducta, las técnicas de relajación, la terapia sistémica, la terapia de pareja, la terapia de familia, etc.
Psiquiatra
Ha cursado la carrera de medicina, la psiquiatría es una especialidad médica, por tanto el médico psiquiatra puede prescribir psicofármacos. Algunos psiquiatras se han formado también en psicoterapia y/o psicoanálisis.
Suelen ocuparse de las enfermedades mentales que necesitan de medicación como son por ejemplo los trastornos de tipo psicótico: esquizofrenia, trastorno bipolar, paranoia, etc. También de otros pacientes cuya gravedad requiere a veces de medicación como algunas depresiones, cuadros de ansiedad, trastornos obsesivos, anorexia, etc.
Dentro del campo de la psiquiatría podemos esquematizar dos maneras de concebir la naturaleza de los trastornos mentales:
- En un polo está la concepción de que los problemas mentales son algo biológico, cerebral, orgánico. Los profesionales que se adhieren a esta concepción usan la medicación como tratamiento casi exclusivo y sólo a veces recomiendan la psico-educación, o alguna terapia psicológica.
- En el otro polo encontramos una concepción psiquiátrica más compleja en la que las causas de la enfermedad mental no son simplemente biológicas sino algo bio-psico-social (es decir que intervienen conjuntamente y de manera inseparable, la biología, el sujeto y el entorno social) haciendo especial incidencia en la causalidad psíquica y social.
Entre estos dos polos existe un abanico amplio de profesionales en el que se encuentran maneras diferentes de concebir los trastornos mentales, a los pacientes, la terapia, la técnica de trabajo, etc.
Generalmente los psiquiatras se ocupan de la parte médica, farmacológica, del tratamiento del paciente. A menudo trabajan en el marco de un equipo multidisciplinar, conjuntamente con psicólogos, trabajadores sociales, educadores, enfermería y auxiliares. La intervención en el medio social del paciente en muchos casos es muy importante.
A diferencia de otras especialidades médicas no existen pruebas tales como los análisis de sangre, los escáneres, etc. que sirvan para diagnosticar un trastorno psíquico o bien la enfermedad mental. Para realizar un diagnóstico psiquiátrico hay que escuchar lo que dice el paciente, sólo vale la palabra.
Psicoanalista
El psicoanalista puede ser psicólogo o psiquiatra indistintamente. No hay una carrera universitaria de psicoanálisis, sino que es una especialidad que se estudia paralelamente a una carrera universitaria. Si bien el psicoanálisis se estudia en diferentes asignaturas dentro de la carrera de psicología, la formación específica en psicoanálisis se realiza en escuelas especializadas y requiere de varios años. Esto es debido a que la formación fundamental no puede ser evaluada con los criterios académicos ordinarios, es algo más complejo.
Ahora bien, la diferencia fundamental del psicoanalista con los psicólogos y los psiquiatras es que ha realizado un psicoanálisis personal de bastantes años de duración. Es decir, ha realizado una cura psicoanalítica personal además de la formación teórico-práctica. Un psicólogo o un psiquiatra pueden finalizar sus estudios y decidir formarse en psicoanálisis, entonces realizarán un psicoanálisis personal y una formación teórica en una escuela de psicoanálisis.
La diferencia básica del psicoanálisis respecto de la otras corrientes psicológicas es el especial hincapié que hace en la cualidad inconsciente del psiquismo humano a la hora de teorizar y de tratar clínicamente los síntomas y el malestar psíquico de las personas.
El terapeuta, el psicoanalista, ha pasado por una experiencia con su propio inconsciente, ha aprendido a escucharlo, a saber lo que es, cómo funciona y condiciona la vida. Esto no se aprende en los libros. Aunque la formación del analista requiere de una formación teórica muy exigente, digamos que no vale sólo leer a Freud para ser analista: hay que analizarse. El psicoanálisis es una experiencia que se transmite de analista a analizante.
¿Cuánto vale la psicoterapia?
Una psicoterapia se trata de una inversión en la vida, en un bienestar a largo plazo. Quizás sea la más importante de todas las inversiones.
La capacidad de ser feliz está en uno mismo y a veces esta capacidad está impedida o reducida y hay que despertarla. Se le puede dedicar a ello un tiempo (días, semanas, meses o años) para después disfrutar de una buena relación de pareja, un buen trabajo, una sana capacidad para educar a los hijos, una vida social satisfactoria, etc., y de por vida.
Hay un falso mito de que la psicoterapia es cara. Lo que es caro es la enfermedad.
La psicoterapia es tan cara como sea para ti la salud. ¿Cuánto puede costar a la larga un conflicto emocional, una depresión, una fobia, la insatisfacción o la falta de deseo? ¿Merece la pena vivir sufriendo? ¿Acaso no tiene un precio el estar satisfecho, tranquilo, ser dichoso, vivir deseando y amando la vida y haciendo lo que uno quiere de verdad? ¿Acaso no merece la pena ser uno mismo?
El adjetivo “caro” significa precio alto y también significa amado, querido. Parece que haya una correspondencia entre aquello que amamos y el precio que estamos dispuestos a pagar por ello.
Hay personas que se quejan de que la psicoterapia es cara, sin embargo gastan cantidades mucho más elevadas en coches, casas, viajes, ropa u otros artículos de consumo. Quizás no consideran que la salud mental sea tan importante. Vivimos en una sociedad que propone los objetos de consumo como medio para obtener la felicidad. Todos sabemos que esto no es cierto, que la «felicidad» está en la mente de uno y depende de la relación con los demás.
A veces el precio se utiliza como una excusa para no hacer la psicoterapia cuando la verdadera razón es el miedo. Pedir ayuda es un paso adelante, a veces tan difícil de dar que se buscan todo tipo de excusas o se va retrasando. Hay que tener cuidado con esto porque, a veces, “después” podría ser demasiado tarde. Hacer una psicoterapia supone realizar un esfuerzo, a nivel económico, temporal y personal.
De todos modos la terapia nunca es tan cara como para que no se pueda pagar. Y se suele llegar a un acuerdo mutuo con el terapeuta sobre el precio de las mismas. Por mi parte, suelo adaptar el precio a las posibilidades económicas de cada persona. No se deja a nadie sin tratamiento por una cuestión monetaria, así que en muchas ocasiones se aplican descuentos a personas en situaciones de desempleo, estudiantes, u otras circunstancias.
Beneficios del psicoanálisis
- La oportunidad de ser escuchado de verdad, de poder expresarse con libertad, sin restricciones, tiene ya de por sí un gran potencial terapéutico. Ser escuchado sin ser juzgado permite sincerarse plenamente, decir cosas para las que nunca se encontró hueco, criticar, enfadarse, llorar, reír, protestar, decir las cosas tal cual se sienten o piensan, etc. El analista lo acoge sin juzgar, con un inmenso respeto, humanidad y siempre bajo el secreto profesional.
- Contribuye a tener un mayor conocimiento de sí mismo, poder comprenderse y desarrollar la capacidad de aceptarse.
- Ser menos ignorante y más libre. Ser más consciente de las razones profundas de nuestras acciones, deseos, pensamientos, sueños, fantasías, las razones internas que nos mueven y así ganar en capacidad para tomar decisiones, para escoger mejor.
- Madurar. Asumir la responsabilidad de nuestro deseo inconsciente, nuestras acciones, emociones y pensamientos y ser consecuentes con ellos.
- Mejora la capacidad de realización personal, de una manera más profunda y más acorde con la realidad del deseo.
- Mejora la capacidad de escoger con mayor libertad. Se amplía el abanico de nuestras elecciones.
- Ayuda a conocer mejor a las personas que nos rodean. A leer un poco mejor en sus palabras y escuchar su deseo, entender sus movimientos.
- Poder saber un poco mejor qué somos para los demás.
- Mejor contacto con la realidad.
- Ya no se vuelve a cometer el mismo error al escoger una relación que hacía daño. Ayuda a que cese la compulsión a la repetición.
- Aprender a escoger lo que nos hace bien. Poder identificar qué es un “bien” para nosotros. Para cada persona será una cosa diferente.
- Construir tu modo de ser feliz, aceptando las limitaciones para la satisfacción, cambiando los modos de gozar en la vida.
- Proporciona herramientas para saber resolver los conflictos mejor, con conocimiento de causa de lo que está comprometido por parte propia y por parte de los otros.
- Sentirse más seguro consigo mismo y con los demás.
- Disminuye el nivel de conflicto de las relaciones sociales.
- La relación de pareja se vuelve menos complicada.
- Cambian las relaciones familiares.
- Disminuye o desaparece la angustia, la ansiedad y la culpa.
- Mayor satisfacción en la vida sexual.
- Disminuye la angustia de separación.
- Ayuda a la elaboración de duelos, a aceptar una pérdida.
- Renuncias al placer que aportaban determinados fantasmas inconscientes y sustitución por otro modo de satisfacción sexual.
- Ayuda a no aburrirse. El deseo se despierta y se le saca más provecho a la vida.
- Puede haber cambios en el carácter.
- Expansión de la personalidad, pudiendo hacer uso de las capacidades plenamente.
- También te ayuda a entender lo que hay en una obra de arte, en la estructura interna del guión de una película, de una novela, o de un anuncio publicitario. Ayuda a leer mejor, a analizar a la sociedad, sus porqués, la historia, la cultura. Ayuda a entender el mundo moderno, a identificar mejor los conflictos del mundo en que vivimos.
- Aporta un entendimiento de la naturaleza humana.
- La vida se enriquece necesariamente.
- Sus efectos son irreversibles.
- Los beneficios perduran en el tiempo e incluso llegan a mejorar. Los efectos terapéuticos siguen produciéndose a lo largo de toda la vida, incluso muchos años después de haber cesado las sesiones con el analista.
- En los niños aparecen nuevas formas de jugar, nuevos modos de relacionarse con los demás, aceptación de las figuras de autoridad y por tanto de las normas, desaparición de angustias y por lo tanto de conductas difíciles y sintomatología.
¿Cuánto dura la terapia?
Días, semanas, meses, años…
Cada persona necesitará un periodo de tiempo distinto porque cada quién necesita hacer un trabajo diferente.
No se puede saber de antemano cuánto tiempo va a necesitar un sujeto.
Algunas personas a lo largo de su terapia se dan cuenta de que necesitan hacer un trabajo mayor y este sí que puede llevar años de tratamiento, es más ambicioso y la cura se contempla a largo plazo. Claro que los resultados son más sólidos y con mayor garantía de irreversibilidad, es decir, de que la permanencia de los efectos terapéuticos sea para siempre.
De todos modos la idea de que el psicoanálisis es muy largo es un poco un mito puesto que la técnica terapéutica se ha ido enriqueciendo a lo largo de los años con las aportaciones de numerosos psicoanalistas que han introducido variaciones al método que inauguró Sigmund Freud a finales del siglo XIX y comienzos del XX.
La personalidad no es algo que se pueda modificar así como así. Cualquier cambio en el psiquismo, en la subjetividad, requiere de tiempo, trabajo y esfuerzo.
La duración, pues, es muy variable y depende de varios factores:
- De la intención con que se venga, si se trata de una consulta concreta o si se quiere hacer un trabajo más profundo. Hay quien viene a consultar algo y una sesión, o unas pocas, le basta. De entre los que deciden hacer terapia, los hay que en unos pocos meses obtienen resultados suficientes y hay quien necesita de muchos meses, o incluso de varios años.
- Del deseo con el que se decida hacer la terapia, si se está convencido y sobre todo de si tiene deseo de saber, de indagar, de realizar una introspección.
- De la gravedad del malestar, del grado de intensidad, si es algo fuertemente arraigado en la personalidad, desde hace mucho tiempo, etc.
- De que se produzca un buen vínculo con el terapeuta.
- De la adherencia a la terapia. Que se crea en ella, que se sigan las pautas del psicólogo.
- De la resistencia a la terapia. Siempre está este componente en juego. Si se necesita a un profesional es porque uno solo ofrece resistencias inconscientes a curarse, y también ofrece resistencia a saber los motivos del sufrimiento. Un síntoma también tiene sus beneficios, y a veces no se quiere prescindir de ellos.
- De la frecuencia del número de sesiones semanales o mensuales.
- De si hay interrupciones temporales.
- De la función que adquiera la terapia para el paciente.
¿Cuánto duran las sesiones?
La duración de la sesión no está marcada por el reloj, sino por su lógica interna. Tiene que ver con el decir del paciente.
La sesiones son, por lo tanto, de duración variable. Las primeras sesiones, o sesiones preliminares, puede que sean algo más largas que las sesiones propiamente dichas en las que el trabajo ya está instalado.
La sesión termina cuando el terapeuta hace un corte en el discurso del paciente con el fin de matizar lo que ha dicho, darle énfasis o producir un efecto en la subjetividad cuando habla. Son recursos de la técnica.
En muchas ocasiones se trata de atrapar al inconsciente cuando habla, cuando salta.