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La anorexia y la nada

La anorexia es una seria perturbación emocional que forma parte de los nuevos síntomas, típicos de la época. Se manifiesta generalmente durante la adolescencia, en el sexo femenino, aunque puede aparecer en cualquier momento de la vida y también en hombres. En las últimas décadas se ha incrementado enormemente en los países desarrollados, en los que la necesidad de comer está notoriamente satisfecha.

Nuestra sociedad tiene algo de bulímica, en el sentido de que produce sujetos con una compulsión a la saciedad, a la devoración sin límites de todo cuanto pueda ser consumido. Y se nos está proponiendo en permanencia los objetos de consumo como casi los únicos objetos de satisfacción.

Parece hoy que podemos disfrutar ilimitadamente, que todo puede ser alcanzado por pura voluntad de goce. Nada nos lo impide, salvo nosotros mismos. El mundo contemporáneo no pone límites, lleva la marca del exceso y como contrapartida aparece la necesidad de la restricción. De ahí que a veces para protegernos instalemos inconvenientes, como lo hace, por ejemplo, el sujeto anoréxico. La anoréxica dice “no” a la satisfacción. Intenta con ello recobrar algo de espacio, un hueco, un vacío, huye de la carne, de la llenura, escarba en la espiritualidad, busca agujerear al otro de los requerimientos. Le pide amor. Y el amor es algo del orden de la falta.

Pero hay anorexias y anorexias, no todas tienen la misma estructura.

Al imperativo de la época del goce, si bien no todo el mundo se somete a él, hay quien lo escoge como amo al que combatir. Y lo combate de una manera muy particular: negándose a comer. Es una manera de despreciar el lema “goza, que tú puedes, ahora y cuanto más mejor”. Esa premisa que intenta hacer equivaler la felicidad a los placeres instantáneos y a la carta se convierte en el amo al que volver impotente, ese al que poder decir “tú no me impones con qué debo satisfacerme porque tú no sabes qué es lo que me satisface a mí, tú no sabes nada”. Aquí hay una posición de primacía ilusoria con respecto a él.

En este contexto, la anorexia es una apuesta por el deseo, por el vacío, por la falta. Hay un miedo a que se obture el deseo, por eso se evita la llenura. Nada de satisfacción sino la nada misma. Hay una fascinación por la nada, llegando incluso a comérsela, como si fuera ese el único objeto del que se pueda gozar comiendo, sin peligro de perder el signo de amor del otro.

En otros casos, más graves, psicóticos, la anorexia no tiene que ver con el deseo sino que se presenta como una defensa ante la posibilidad de que el propio cuerpo sea el campo de goce del otro. Es un ponerse a salvo, una nada como un escudo frente al goce del otro. No se trata del deseo de nada sino que el deseo mismo es reducido a nada. Hay un rechazo total del otro.

A veces, en casos extremos, la anorexia se trata de una aniquilación de sí mismo. Hay un “apetito de muerte” más que una defensa del deseo. En este sentido la anorexia es un suicidio en diferido. El propio cuerpo está nadificado.

 

PERSONALIDAD ANORÉXICA

Predomina el narcisismo, con una excesiva sensibilidad a la opinión de los demás. Se busca una imagen de sí que tienda a una perfección anclada en los ideales. Por eso, cuando se mira en el espejo la anoréxica no se gusta. Hay algo que le impide aceptar lo que ve, la imagen nunca está bien del todo. La ve deformada por la imposibilidad de ser como el ideal manda y si éste es declinado por el ideal estético de la sociedad, la delgadez será un ideal despótico.

Suelen ser perfeccionistas, con un alto grado de exigencia personal, buen rendimiento en los estudios, a veces incluso muy alto.

Suelen tender a la negación del conflicto personal, a racionalizar las situaciones conflictivas con otras personas o justificarlas.

Pueden ser solícitas, dóciles y esconder una agresividad reprimida.

Tienen facilidad para el autocontrol, capacidad de sacrificio, no son impulsivas y toleran bien la frustración.

Cuando la anorexia irrumpe en la pubertad suelen experimentar un rechazo a los cambios sexuales que se producen en la imagen y en el cuerpo real. Pero no es solo un asunto de gordura y delgadez sino que no le gustan sus atributos femeninos, el pecho, las curvas, procurando llevar ropas anchas para disimularlos u ocultarlos.

La mayoría de las adolescentes buscan la delgadez para atraer a los chicos, o para parecerse a las modelos, o a las amigas admiradas, o para sentirse insertadas y no rechazadas en la sociedad, pero esto no es la anorexia. La muchacha anoréxica, al contrario, lleva muy mal ser objeto de la mirada de deseo del otro, sobre todo de los hombres. No se maquilla ni coquetea, ni lleva ropa ceñida. Lo que quiere hacer desaparecer no son los michelines sino los rasgos femeninos. Encuentra una dificultad para vivir su femineidad, dejar de ser niña y tener que ser mujer.

 

RELACIÓN CON LA MADRE

El primer otro en la vida es la madre y el primer objeto importante de satisfacción es el objeto oral, la comida. Este objeto no sólo satisface la necesidad nutricia del bebé sino que intermedia la relación con la madre. Tiene una función social muy importante. Comienza a estructurar la relación imaginaria con el otro, la experiencia de satisfacción interna, la relación con el deseo del otro y su lengua, la lengua materna ya que la madre, cuando alimenta habla.

A menudo nos encontramos con madres que confunden el don de sus cuidados (alimentar, abrigar, limpiar) con el amor. Demasiado preocupadas por que sus hijos coman reducen la relación a la pura ingesta de alimentos, ignorando todo el mundillo psíquico que gira en torno. No es raro que el niño deje de comer, como si prefiriera cavar un agujero en la madre para que deje de asfixiarlo con la cucharada de papilla.

Pero en la anorexia no se trata de la madre real, sino de una madre internalizada, subjetiva, vivida fantasmáticamente como asfixiante, no es visible a simple vista, sólo existe dentro del psiquismo de la anoréxica.

La anoréxica pide a su madre, inconscientemente, que deje de darle tan sólo lo que tiene: comida, dinero, ropa, cosas. Dicen que amar es dar lo que no se tiene. Y si se radicaliza puede llegar a decir que no quiere nada. Una negación total del deseo de la madre imaginada.

El deseo de nada surge entonces como una defensa ante la madre imaginaria. La anoréxica pide que se le dé “nada” para comer. Es un síntoma que denuncia la incapacidad del otro para amar.

Pero, paradójicamente, la anoréxica mantiene una relación intensa y simbiótica con la madre, cree que su madre la necesita cerca y entonces se pega a ella para ser su salvadora. Sus fuertes ideales por los que luchará con firmeza arraigan en esta necesidad de salvar a la madre. ¿Salvarla de qué?

Si además el padre es débil en su función, no marca límites en esa relación madre-hija, la niña puede que solo encuentre salida en la anorexia, en el dejar de comer para ponerse a salvo.

 

TRATAMIENTO DE LA ANOREXIA

La anorexia es una defensa, un síntoma, una solución que un sujeto se construye para protegerse de algo que le angustia.

En el tratamiento psicoanalítico el objetivo terapéutico no es la ingesta de alimentos a toda costa sino que se trata de ayudar al sujeto a desanclarse de una relación fantasmática con su madre, no la real, sino la que se ha construido a lo largo de la vida. Necesita salir de ese enganche mortal con la madre y fabricar otro.

En algunos casos muy graves en los que la vida está en riesgo debido a la desnutrición severa hace falta un equipo de profesionales que incluyen médicos, nutricionistas, o psiquiatras además del tratamiento psicoterapéutico, así como a veces viene bien además un grupo terapéutico, una institución en la que poder recibir el tratamiento durante el tiempo necesario. Siempre hay que contemplar el caso por caso ya que cada persona tiene necesidades particulares.

 

 

 

anorexia, deseo, psicoanálisis

Comentarios (2)

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