Qué es el deseo
El deseo es como aquel niño que quiere meter el agua del mar en el pozo que ha excavado en la arena de la playa. Cada vez que vuelve corriendo con el cubo lleno de agua se encuentra con el pozo vacío. Arroja un caldero y otro y el pozo siempre se llena por un breve momento para, al poco tiempo, volver a estar vacío.
Así funciona nuestro deseo. En su renovación continua reside nuestra salud psíquica. Nos hace falta algo de vacío para poder desear.
Vivir es movilizarse en busca de satisfacciones: comer, beber, jugar, trabajar, socializarse, amar, tener relaciones sexuales, reír, entretenerse, encontrar amistades, disfrutar, dormir, emocionarse, ganar dinero, gastarlo, comprar, tener cosas, ganar partidos, obtener reconocimientos, ganar batallas, ser mejor persona, etc. Las vivencias aportan una satisfacción que dura un breve periodo de tiempo y enseguida ya apetece hacer otra cosa o volver a ponerse en marcha para obtener una nueva satisfacción, del tipo que sea.
El deseo puede ser considerado una fuente de placer pero también una fuente de sufrimiento en la medida en que no encontramos manera de satisfacerlo o de saciarlo.
Algunas formas de sufrimiento como la bulimia, la anorexia o las adicciones, algunas dificultades para sostener en el tiempo una relación de pareja, el consumismo desaforado o algunas conductas infantiles relacionadas con la capacidad de estar satisfecho o de soportar algún grado de insatisfacción tienen que ver con esto.
En el fondo todas las neurosis tienen que ver con esto. Para desear algo nos tiene que faltar. No deseamos lo que ya tenemos. Algunas personas no son capaces de instalarse en el deseo porque ello les remite a un estado de falta imposible de soportar. Hay quien no soporta reconocerse en falta.
Otras personas reprimen su deseo. A menudo porque lo asocian con deseos inconscientes, deseos antiguos, de la infancia, de la época en la que se desean cosas que sólo más tarde se descubre que están prohibidas por las leyes de la cultura. No en vano se dice que allí donde hay una ley se esconde un deseo.
Otras personas quizás no fueron capaces de fabricarse un imaginario que les ayudara a soportar las ausencias de la madre en aquellos tiempos primitivos, cuando comienza a construirse un sujeto. Ser capaz de fabricarse un recurso psíquico para soportar esa primera falta de la madre que se ausenta es una premisa para lo que será el deseo después.
Hay quien vive la falta con un sentimiento de injusticia y viven en una insatisfacción permanente o se instalan en la envidia, suponiendo que es el otro el que tiene lo que a uno le falta.
Hay infinitas composturas ante la falta. Para soportar los diferentes sufrimientos las personas se forjan construcciones sustitutivas, síntomas que tienen por función encontrar, aunque sea simbólicamente, una satisfacción imposible, o una protección ante la falta insoportable. Cualquier construcción sintomática sirve para aliviar la relación imposible con la falta. Se puede decir que todas las formas sintomáticas, neuróticas, tienen que ver con la falta y con el deseo. Cuando uno no es capaz de desear enferma y se fabrica síntomas para no enfermar más. Pero claro, a menudo, esos síntomas no nos dejan funcionar en la vida.
Curarse del sufrimiento neurótico implica saber hacer de la insatisfacción el motor de la vida en vez de considerarla un inconveniente.
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Eva Susperregui
Nos fabricamos síntomas para poder sostenernos en el mundo. Una fobia, por ejemplo, o lavarse las manos 50 veces al día, o engancharse a drogas, o buscarse una pareja disfuncional. Algunos síntomas son más ligeros y no molestan, o molestan poco. Como por ejemplo no comer cebolla, o ser impuntual a las citas. Una necesidad imperiosa de orden y limpieza incluso puede ser práctico y útil. La necesidad de fumar, algo de insomnio. No necesariamente hacen la vida imposible, pero no dejan de ser síntomas. Cuando los síntomas son demasiado complejos o difíciles de sobrellevar para uno mismo o para el entorno, es cuando se pide ayuda al psicólogo, con la demanda de hacerlos desaparecer. Pero no dejan de ser síntomas, es decir arreglos que el sujeto se construye para poder continuar en la vida sin enfrentarse a alguna angustia, para seguir dormido, para no saber algo sobre su deseo, para seguir reprimiendo algún contenido propio de lo cual no quiere saber nada. Al mismo tiempo el síntoma sirve para dar expresión simbólica a aquello que se trate de reprimir. Es la paradoja de los síntomas. Igualmente paradójico es que uno se los quiera quitar de encima al mismo tiempo que quiere seguir teniéndolos debido a su función de «tapón». De ahí las reacciones terapéuticas negativas. Pacientes que cuando le ven las orejas al lobo abandonan la terapia bruscamente. Más vale síntoma en mano que angustias volando.
Javier
A que se refiere con que cuando uno no es capaz de desear «se fabrica síntomas que no nos dejan funcionar en la vida» ?
Cual sería por ejemplo un síntoma?
Saludos,