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Áreas de Actuación

Terapias de psicología y psicoanálisis en Valladolid orientadas a cada etapa de la vida. En mi consulta atiendo a los pacientes que acuden a mí en su etapa adolescente, en la edad adulta y también en la ancianidad.

Adultos

Tratamos los problemas más comunes en la edad adulta.

Adolescentes

Terapia orientada a los problemas de la etapa adolescente.

Tercera edad

Ayuda psicológica a personas con dificultades en la ancianidad.
  • ¿En qué consiste la terapia?

    Se trata básicamente de una escucha. Una relación entre dos personas en la que una habla y la otra escucha. Así de sencillo. Pero se trata de una escucha especial, diferente a otras que se puedan experimentar en la vida ordinaria.

    El profesional realiza intervenciones en aquello que escucha basadas en técnicas específicas, en el conocimiento de las estructuras de la personalidad y en principios terapéuticos para provocar reacciones subjetivas en aquel que habla. Va a aplicar técnicas que permitan que el paciente se cuestione acerca de las cosas que dice.

    El paciente despliega un abanico de reflexiones acerca de sí mismo, cuestionamientos sobre su vida, su historia, la relación con la familia, la pareja, los hijos, el trabajo, el pasado, el presente, etc. Se da cuenta de cosas que hasta entonces no había pensado, o no se había atrevido a pensar, aún cuando siempre hubieran estado ahí.

    El terapeuta se ocupa de dirigir el trabajo y de mantenerlo vivo, sosteniendo al paciente en su deseo de saber y de curarse. Lo acompaña y le sirve de guía, dirige el camino de la cura. Ocupa un lugar estratégico en el psiquismo del paciente y hace que éste avance tocando puntos de su personalidad que le puedan hacer reaccionar.

    Se trata de que el paciente vaya encontrando sus propias soluciones y decisiones. En ocasiones los cambios son contundentes, radicales e irreversibles. Los cambios se dan en la subjetividad del sujeto.

    No se interviene sobre el síntoma de una manera directa.

    El objetivo de la cura no es eliminar el síntoma, sino escucharlo, respetar su razón de ser, respetar la necesidad del sujeto de tener ese síntoma.

    El objetivo es que el sujeto gane en conciencia, adquiera un saber acerca de lo que le acontece y así será más libre para tomar sus propias decisiones respecto a los conflictos que le atañen.

    Se aborda el síntoma de una manera más bien indirecta. Es hablando de “otras cosas” lo que permite “tocar” al síntoma, actuar sobre él y que experimente algún tipo de modificación. Esto es debido a la naturaleza del síntoma psíquico. Un síntoma siempre es signo de otra cosa y es ésta la que hay que tratar. ¿Cómo? Hablando.

    Por su parte, el terapeuta jamás inculca ideales de felicidad al paciente. El terapeuta ha realizado años de psicoanálisis personal, lo cual permite, entre otras cosas, que no mezcle su propia subjetividad con la del paciente. No le dirá lo que tiene que hacer con su vida y se abstendrá de mantener cualquier tipo de relación personal con él. Este tipo de relación, terapéutica, es diferente a las demás relaciones sociales y es esencial para que una psicoterapia funcione.

    El paciente no es juzgado moralmente.

    Tampoco va a ser evaluado ni se van a cuantificar rasgos de su personalidad mediante uso de tests psicométricos. No en este tipo de psicoterapia.

     
  • ¿Qué tengo que hacer para hacer una terapia psicoanalítica?

    Lo primero es pedir una cita. Se puede hacer por teléfono, por correo electrónico o a través de esta misma página. Cuando se da este primer paso, algo ya se ha movilizado en orden a producir un cambio.

    En la primera sesión, o tras algunas sesiones, después de escuchar atentamente al paciente, la psicóloga puede determinar si es pertinente o no realizar una psicoterapia y de qué tipo. Así mismo, el paciente puede ser informado, si así lo solicita, del funcionamiento de la terapia, en qué consiste, cómo se lleva a cabo, etc.

    Si se decide ir adelante con ello, se determinará el número de sesiones semanales, o mensuales,  que se van a realizar, el precio de las mismas, qué días y a qué hora. Todo ello mediante un acuerdo entre terapeuta y paciente. No hay un número predeterminado de sesiones ya que no se puede saber a priori lo que va a durar la terapia porque cada caso es único.

    Los precios son adaptados a cada caso particular, practicando descuentos, si fuera necesario, a personas con dificultad económica, como desempleados, estudiantes u otras circunstancias.

    El paciente, todo lo que tiene que hacer es hablar y esforzarse en cumplir una regla fundamental: lo que Freud llamó “Asociación Libre de Ideas”. Esto es: al paciente se le invita a hablar procurando no censurar lo que se le pase por la cabeza, es decir,sin inhibirse de decir algo que se le ocurra porque lo considere absurdo, anodino, grosero, violento, ridículo o doloroso. A algunas personas les puede costar más que a otras, pero el éxito de la terapia y el que no se alargue demasiado en el tiempo radica en el esfuerzo de ser sincero y en la máxima adherencia a esta regla.

     Las intervenciones del psicólogo provocan reacciones, pensamientos nuevos, movimientos en la subjetividad y esto hace que la mente se ponga a trabajar para elaborar el material que va poniendo en juego.

    ¡Y así de sencillo es! Hay que seguir unas pautas muy simples y dejarse llevar.

    Te invito a seguir leyendo en esta página para saber más cosas sobre el psicoanálisis y la terapia psicoanalítica.

  • El deseo es inconsciente

    ¿Qué significa esto?

    Tener en cuenta la faceta inconsciente de nuestro psiquismo es la caracterísitica más representativa del psicoanálisis y de la psicoterapia psicoanalítica.

    No siempre sabemos conscientemente las causas de nuestras conductas, decisiones, actitudes ni podemos controlarlas. Veamos varios ejemplos.

    ¿Por qué una persona dilapida el patrimonio familiar en máquinas tragaperras aún sabiendo consciente y racionalmente que lo va a perder todo y aún así escoge esa conducta y la repite una y otra vez? No es capaz de explicárselo ni a sí mismo. Quizás no quiere ser así, pero no puede evitarlo. Si se le pregunta, no sabe dar una respuesta. Podemos plantear la hipótesis de que hay una razón para ello y que permanece oculta a la conciencia. Negar que exista una razón sería negarle a él /ella como sujeto responsable de sus actos y deseos. La conducta humana no es nunca una cuestión de azar, ni está gobernada por unos genes irracionales. Pensar así sería des-responsabilizar a los sujetos de sus conductas.

    Otro ejemplo, ¿por qué se lleva a cabo una elección de pareja que hace sufrir, llegando en ocasiones hasta situaciones de maltrato degradantes? A veces cuesta muchísimo salir de esa situación aunque se sea consciente de que a uno le hace daño. ¿Por qué no se puede abandonar fácilmente una relación personal dañina? Se quiere pero no se  puede. Podemos hipotetizar que no se es consciente de lo que hay en el propio deseo, que hay razonesinconscientes para elegir a una pareja y sostener una relación en el tiempo, aparentemente insatisfactoria. En este sentido la persona está carente de libertad. Si conociera su deseo inconsciente sería más libre para decidir. Y esto es lo que aporta, entre otras cosas, el psicoanálisis: sujetos en mejor condición para tomar decisiones en sus vidas.

     ¿Por qué una mujer se ve gorda en el espejo estando delgada? ¿Por qué se sufren celos intensos aunque no existan razones reales, para ello? ¿Por qué se experimenta un ataque de angustia al cruzar un puente? ¿Por qué la gente fuma aún sabiendo que le hace daño? ¿Por qué se experimenta un afecto depresivo y no se es capaz de explicar el porqué? ¿Por qué una persona experimenta crisis de ansiedad si no coloca los objetos de su escritorio en determinado orden antes de acostarse? ¿Por qué comer compulsivamente a costa de la propia salud? ¿Por qué el insomnio o las pesadillas? ¿Por qué el suicidio?

      Lo que ocurre es que, como venimos diciendo, sí que hay razones para todo ello, pero no están al alcance de la mano del sujeto que padece. Son inconscientes. Es decir que no nos damos cuenta de ello, no podemos pensar la razón que explique algunas de nuestras conductas, que justifique nuestros miedos, nuestros deseos, los síntomas.Pero también los olvidos, los recuerdos, nuestra felicidad, la elección de pareja, de trabajo, incluso la elección política o religiosa, o incluso la preferencia de un color a otro. Sencillamente no sabemos a ciencia cierta por qué somos como somos, por qué tenemos un síntoma y no otro, ni tampoco qué es lo que nos hace felices. Bueno, algunas cosas sabemos, claro que sí, pero sólo hasta cierto punto. No somos ni totalmente conscientes, ni absolutamente inconscientes.

    Cuando somos felices no nos preguntamos por qué somos felices. No es frecuente que las personas se pregunten de dónde viene la felicidad. Nos dedicamos a disfrutarla y punto. Pero cuando el sufrimiento llama a la puerta y uno no sabe librarse de él entonces sí que surgen las preguntas. Algunas personas incluso experimentan la necesidad de pedir ayuda a alguien. Quizás tengan razón. Quizás, para tratar el sufrimiento nos haga falta otra persona.

    En la terapia psicoanalítica y en un psicoanálisis, hablándole al terapeuta se ponen en evidencia para el sujeto deseos de los que no era consciente y que están en juego en la aparición de su síntoma. Estos deseos condicionan su manera particular de interpretar la realidad. Conocerlos te permite hacer un mejor uso de tu responsabilidad y de tu libertad para llegar a cambiar algo de tu vida y también la posibilidad de sufrir menos.

  • El deseo de saber

    Por todo esto, para hacer este tipo de terapia, sí que en cierto modo es necesario experimentar algún deseo de saber algo acerca de sí mismo. Es difícil que funcione con personas que no desean saber nada acerca de sus síntomas y que los experimenten como ajenos, impropios, o como que no tienen nada que ver con ellos.

    Por ejemplo, hay personas que dicen sentirse culpables sin que hayan hecho nada malo y recurren a la psicología para que desaparezca esa horrible sensación. Puedeque se anclen en su inocencia sin plantearse que pueda haber verdaderas razones para sentirse así. No hace falta haber hecho algo malo para sentirse culpable, basta por ejemplo, con desearlo o fantasearlo; para el inconsciente basta pensar un deseo para que se inscriba como si hubiera pasado. Luego puede venir un mecanismo de represión de ese deseo, de olvido activo. Puede que sea tan fuerte la represión que el sujeto niegue toda implicación personal en su culpa y eluda toda responsabilidad respecto a sus propios sentimientos. Entonces se dirigen al psicólogo exigiendo que este le elimine el sentimiento desagradable como si de una cirugía estética del alma se tratara. El psicoanálisis nada puede hacer por estos sujetos. Hace falta siempre una implicación subjetiva para poder hacer la terapia, alguna pregunta, alguna sospecha, algún ápice de responsabilidad respecto al propio sufrimiento.

    O también se pueden fantasear/hacer/desear cosas en la infancia de manera espontánea y sólo más tarde el sujeto las juzgará como inadecuadas por efecto de la educación recibida, entonces las reprimirá y puede que que le quede un poso de culpa  para toda la vida, teniendo que pagar por ello y autocastigándose por ello.

    Estas fantasías pueden ser reprimidas rápidamente de la conciencia por juzgarlas inmorales, quedando entonces activas en estado inconsciente y provocando el susodicho sentimiento de culpa que puede ser expresado como: “es que no me quiero a mí mismo”, “es que no tengo autoestima”, o “siento que no valgo para nada”, “siento que no merezco vivir”, etc. O puede generar una sensación de deuda, una compulsión al fracaso o una depresión, adicciones, ludopatías, elecciones sentimentales frustrantes, etc.

    Sólo el deseo de saber lo que hay de verdad en sí mismo hará que la persona indague, trabaje, se enfrente con valentía a ello y pueda tomar después decisiones al respecto.

  • El paciente es el que sabe

    A diferencia de otros tratamientos aquí la relación paciente-terapeuta se caracteriza por el planteamiento de que es el propio paciente el que sabe lo que le pasa. ¿Cómo va a saber el psicólogo lo que le pasa? Ni que fuera un adivino. Lo que el psicólogo sabe hacer es escuchar y sacarle al paciente su verdad.  

    Es algo parecido al método que propone Sócrates para acceder a la verdad: la mayéutica. El maestro hace de interlocutor para el alumno para que este descubra la verdad por sí mismo y no de una manera inculcada.

    El psicólogo también sabe acerca de aspectos universales del sufrimiento humano, de sus estructuras, de psicopatología, etc. que le permite encuadrar lo que escucha y conducir la cura por el camino adecuado.

    No es una relación como con el médico, en la que uno se dirige a él, le cuenta sus síntomas y el médico le dice lo que tiene y le prescribe un tratamiento. Aquí no se hacen diagnósticos ni se le dice a nadie lo que tiene, ni lo que ha de hacer. Por eso, en realidad nunca se le llama paciente, sino analizante porque lejos de estar en una posición pasiva (es el otro el que me cura), se coloca en una posición activa, yo soy el que me curo, si quiero, una vez conozco las razones de mi sufrir, yo soy el responsable de mis angustias y por tanto tengo las riendas de mi vida.

    Entre los hablares del paciente el psicoanalista escucha un decir acerca de algo que le concierne.

    Escucha alguna verdad velada entre la “palabrería”.

    El saber del sujeto es inconsciente y se manifiesta de diferentes maneras, a menudo como algo que se escapa entre las palabras, como un lapsus linguae (error involuntario que se comete al hablar), por ejemplo. O bien es algo que rezuma  por los poros de su texto. O bien es algo que se manifiesta en los sueños, por ejemplo aquel sueño repetitivo en la infancia que aún se recuerda y que uno vive con cierto misterio y con la sensación de que ahí hay algo. ¿Quién no se ha sentido interrogado por sus sueños alguna vez? Lo que ahí hay es un saber, un saber que no se sabe.

    De ahí la importancia de hablar en asociación libre, para que ese saber se manifieste y pueda ser captado al vuelo por la escucha entrenada del analista.

    El analista no es un diccionario. Es decir que no se trata de contarle un sueño y de que él me lo interprete. Así como tampoco los diccionarios de sueños nos pueden decir lo que significan nuestros sueños. No sirven para esto porque su significado no está fuera, si no en el propio soñante, el fabricante del sueño, y sólo él lo puede llegar a descifrar. El analista es más bien una especie de espejo en donde ese saber inconsciente rebota y le llega al sujeto como un mensaje invertido. Pero es su propio mensaje. De aquí que los psicoanalistas hablen poco, para no enturbiar el mensaje del paciente.

  • El paciente no es pasivo

    El paciente no está pasivo en esta terapia. No es como cuando se va al médico. No es el psicólogo el que le cura, el que le hace cosas para que se cure, ni el que le va a decir lo que tiene que hacer, ni le va a dar trucos para estar mejor, ni toques de barita mágica.  El paciente tiene que trabajar y hacer un esfuerzo.

    Es el propio paciente el que se cura o no, si quiere. El que va a decidir si prescindir o no de su síntoma, si quiere, una vez que es consciente de las razones que lo empujaban a la necesidad de tenerlo, de fabricarlo. Porque comprende que era necesario y respondía a una necesidad de expresar lo que no se podía decir de otra manera. Muchas veces ocurre que cuando se consigue expresar con palabras aquello que no se conseguía decir o pensar, el síntoma cae, se esfuma, porque ya no sirve para nada.

    La terapia lo que busca es que su significado, o mejor dicho, sus significados,  porque siempre son múltiples, circulen por la palabra. Un esfuerzo en esta dirección es lo que cura. Pero no se trata de aportar significados como quien busca una palabra en un diccionario. Más bien se trata de un proceso en el que hablando, hablando, de esto y de lo otro, en asociación libre, el síntoma se va vaciando de significados sin que se dé uno cuenta. Y se va quedando seco.

  • Lo singular de cada sujeto

    Cada persona es única y aunque uno presente un síntoma que muchas otras personas puedan padecer, como por ejemplo una fobia a volar en avión, (que es algo que observamos con frecuencia), no se le aplicará una técnica terapéutica estandarizada, que sea la misma para todos aquellos que padecen un miedo a volar avión sino que se escuchará su síntoma como algo exclusivo suyo, se escuchará el significado propio y único, es decir, el saber que uno tiene acerca de ello.

    No se intentará eliminar la fobia con una doma de la conducta sino que cualquier síntoma por el que se venga a pedir ayuda será escuchado en su singularidad. Se escucha su significado. Un significado que no es evidente además.

    El terapeuta escuchará la particularidad de cada caso abriendo un espacio de expresión en el que el paciente pueda ir dando cuenta de todas las asociaciones ligadas a su(s) síntoma(s), que no solamente padece sino que de alguna manera produce, fabrica, instala y además, paradójicamente, vela por su continuidad.

    Debido a su naturaleza, puede ser perjudicial para determinadas personas el intento de eliminar su síntoma sin atender a su función. El síntoma está por algo. Es una construcción que el sujeto fabrica porque lo necesita, paradójicamente, a pesar de todo lo que le pueda hacer sufrir, aunque no siempre los síntomas hacen sufrir. Lo necesita su particular economía psíquica y tiene el sello de la estructura de su personalidad. En ocasiones erradicarlo no es conveniente.

    Cada terapia es entonces única. Si cada síntoma tiene su historia particular, su significado y su razón de ser y es diferente para cada quién, entonces cada persona hace una psicoterapia diferente.

  • La terapia no sólo consiste en escuchar lo inconsciente

    Es el caso del tratamiento de algunos diagnósticos psiquiátricos que se corresponden con estructuras de la personalidad de tipo psicótico. Puedes haber oído hablar alguna vez de diagnósticos como esquizofrenia, trastorno bipolar, paranoia, por ejemplo, o trastornos límite de la personalidad. También es el caso de algunas personalidades narcisistas, algunos casos de hiperactividad y algunos sujetos de difícil diagnóstico cuya estructura podría ser psicótica aunque no haya manifestado nunca los síntomas típicos y no tenga un tratamiento psiquiátrico ni haya pasado nunca por un psiquiatra ya que su vida puede haber estado siempre más o menos estabilizada sin manifestar crisis.

    La terapia psicoanalítica en estos casos no consiste en escuchar los significados inconscientes. Al contrario de como piensa mucha gente hay otras técnicas, en concreto las propuestas por el psiquiatra y psicoanalista francés Jacques Lacan, continuador de la obra de Freud .

    Aquí el analista es más participativo y no se dedica a escuchar el inconsciente, ni a analizar los sueños.

  • La significación personal

    Todos hemos comprobado alguna vez que no vivimos todos de la misma manera una misma escena, una misma realidad. Si la vivimos de manera diferente es porque le damos significados diferentes, la interpretamos. ¿De dónde vienen esos significados?

    La interpretación es inherente a las personas. Al contemplar un cuadro abstracto, por ejemplo, cada quién ve cosas diferentes en él y experimenta sentimientos diferentes. ¿Por qué? Interpretamos la realidad con significados que tienen que ver con nosotros mismos, con nuestra historia, sobre todo con nuestros deseos y nuestros fantasmas. Y cuando miramos el cuadro proyectamos nuestro interior.

    Solemos identificar la realidad con la interpretación que hacemos de ella. Habitualmente no nos damos cuenta de que estamos interpretando. Es decir, creemos que lo que pensamos es la realidad. Pero el caso es que interpretamos continuamente todo lo que vivimos, es decir, le damos un significado. Podemos decir que para un ser humano la realidad no existe como tal, sino que lo que existe es una interpretación de la misma. Y ahí es donde vive.

    Por supuesto que hay una realidad consensuada, comunitaria que es para todos igual. Compartimos significados y tenemos un concepto comunitario de lo que es la realidad. Pero aquí vamos a prestar atención a ese enriquecimiento de la realidad común que proviene de la subjetividad de cada quién, vamos a escuchar esos matices de la interpretación que proviene de los fantasmas de cada uno, y que está en la base de los malentendidos, de la dificultad para comunicarse y amarse, de la sensación de soledad que puede uno sentir cuando no es entendido, de la dificultad para existir, del sufrimiento humano.

    ¿Quién no se ha sorprendido alguna vez por un malentendido, por haber interpretado de determinada manera un comentario, una acción, una actitud? ¿Qué me llevó a interpretar así? ¿Por qué?

    ¿Quién no se ha quejado alguna vez de ser malinterpretado por los demás, de no ser entendido al hablar? Cuántas veces tenemos que dar explicaciones para hacernos entender.

    ¿De dónde sale una interpretación?

    Todo es debido a la naturaleza del lenguaje en el que vivimos. El hecho de que haya una dimensión inconsciente en nuestra conciencia es debido a la naturaleza del lenguaje.

    Este es un tema muy complejo que no puede ser desarrollado aquí, tan en breve, pero simplemente lo introduzco para hacerte ver un poco cómo está ligado el inconsciente al lenguaje, y de qué manera el sufrimiento psíquico tiene que ver con todo esto, con los deseos inconscientes, con las interpretaciones que hacemos de la realidadmatizadas por nuestros fantasmas individuales, y mostrar el porqué del tratamiento por la palabra. Si el sufrimiento tiene que ver con el lenguaje, el tratamiento a de pasar necesariamente por la palabra.

    El lenguaje de los animales es diferente al nuestro. Los animales no tienen inconsciente, no interpretan la realidad. Viven en la realidad de una manera, digamos,”directa”. No hay lugar al equívoco en sus lenguajes, ni lapsus, ni mentiras, ni insinuaciones, ni mensajes con doble sentido, ni humor, ni metáforas, ni tienen que andar dando explicaciones de lo que quieren decir a su congénere.

    El síntoma tiene que ver con esta cualidad del lenguaje. Está diciendo algo “a escondidas”, de una manera que nadie sea capaz de reconocerlo, ni siquiera el propio paciente. Puede que sea una metáfora, que esté hablando de otra cosa de lo que aparenta. Un psicoanalista se esforzará en leerlo, en descifrarlo. Mejor dicho, se esforzará en poner los medios para que sea el propio paciente quien se dé cuenta de lo que está diciendo con su síntoma y que lo pueda descifrar.